lunes, 6 de enero de 2020

PARTE DOS DE "LA HISTORIA DE MARTÍN PEÑA"

LA HISTORIA DE MARTÍN PEÑA | PARTE DOS:

Hay que tomar en cuenta que yo no tenía en qué basarme ni nada con qué medir la situación.

No podía sujetarme a cualquier cosa o conocimiento que me dijera que aquello que estaba viviendo estaba bien, mal, o que fuera bueno o malo para mi persona, etc. ¿Cómo iba yo a saberlo?

Después de ese increíble suceso siempre he creído que a veces es mejor no “saber” nada… Pero nada de nada, ¿eh?, porque mientras más conocimiento se tiene acumulado en la cabeza uno empieza a contrastar las cosas con sus creencias y paradigmas mentales y se terminan sacando conclusiones muy equivocadas.

Pero bueno, a esa edad tan corta yo era ingenuo e inocente. No había acumulado siquiera algo de malicia, a Dios gracias. ¿Por qué digo esto? Porque afortunadamente todavía no asistía a la escuela primaria y tampoco había tenido la oportunidad de ver ningún programa de televisión que ensuciara mi mente.

Recuerdo que unos meses después del bello acontecimiento que te estoy compartiendo, y que marcó mi vida por completo, pusieron los postes de luz y tendieron los cables de energía eléctrica para suministrar de ese vital fluido a aquel apartado puñado de casas ubicado en la serranía, ¿puedes creerlo?

Así que, hacia 1969 en mi querido “Rancho Paraíso” nosotros todavía vivíamos de la forma más pura, silvestre y natural que puedas imaginarte.

Haciendo un pequeño paréntesis, en ese mismo año también casi toda la familia nos mudamos a una gran ciudad con playa donde tuvimos la oportunidad de crecer, de relacionarnos con mucha más gente y de poder estudiar para un día llegar a ser personas de bien.

Volviendo al caso que me atañe, por todo lo que sucedió en aquella portentosa noche fue y será una de las más hermosas de toda mi vida.

Y repito algo que antes dije: No sentí miedo de ver que me encontraba fuera de mi cuerpo físico. Más bien yo estaba feliz y contento porque en esta ocasión sí era totalmente consciente de mis movimientos, ya que podía pensar y actuar con una claridad meridiana.

Y en ese mismo instante escuché ladrar un perro afuera en la calle y unas ganas enormes se apoderaron de mi ser, por lo que tomé la firme decisión de ir a ver qué estaba pasando más allá de mi pequeña habitación.

El hecho de ir a explorar para poder hacer conocido lo desconocido era algo que por nada del mundo me lo iba yo a perder.

Y aunque una cantidad de veces antes había soñado que volaba libremente por los cielos, en esa ocasión en particular todo era mucho más nítido y real, así que debía aprovechar la bendita oportunidad que el universo estaba poniendo a mi alcance y que yo disfrutaba a rabiar.

Acto seguido me acerqué a unos centímetros de su cara (la faz de mi vehículo físico) para estar seguro que aquel hermoso cuerpecito respirara. Me llenó de alegría ver una sonrisa dibujada en sus labios… luego lo dejé y caminé muy resuelto hacia la puerta.

Ya frente a ese obstáculo material que impedía mi salida, una sensación muy extraña recorrió todo mi ser al momento que mi manecita literalmente se ‘hundió’ en la agarradera de la puerta cuando quise asirla para abrir…

Eso me indicó que yo no era un ente tan sólido como creía. Me quedó claro que no tenía piel ni huesos como el sujeto que se había quedado dormido en la cama, sino que más bien yo estaba compuesto de pura energía.

Después de tres intentos fallidos y de ver que no podía abrir como se debe, me di cuenta que sólo atravesando con todo mi cuerpo era como iba a poder salir de mi cuarto.

¡Qué gran prueba se me presentaba! Y por ningún motivo iba a permitir que una simple puerta truncara mis más fervientes deseos de averiguar lo que estaba pasando allá afuera.

Así que me armé con todo el valor con que contaba, porque temí que al ir cruzando la puerta mi cabeza podía quedarse atorada; ¡qué horror!

En verdad no pensé en el resto del cuerpo, pero sí creí que los huesos del cráneo quizá eran muy duros como para pasar de esa manera tan poco ortodoxa.

Y decididamente para el primer ensayo me coloqué en posición de ‘firmes’, creí respirar profundo y luego contuve el aliento… y acto seguido con los ojos cerrados y las manos temblorosas por delante empecé a atravesar la madera lentamente todo trémulo de emoción…

Cuando mis oídos penetraron escuché un crujir muy largo y profundo, yo creo que por la fricción de mis átomos con las partículas de la celulosa que componían seguramente la puerta. ¿Estamos de acuerdo?

Y al cruzar ese obstáculo de una manera completa, y sin que sufriera daño alguno, la acción me gustó tanto que me di el lujo de volver a entrar al cuarto pero esta vez echándome de reversa.

Y ya sin temor alguno, una vez adentro de nuevo volví a enfilarme hacia la puerta muy rápido porque me interesaba sobremanera ir a jugar con el citado perro, nada más que en esta ocasión el impulso fue tan instintivo y descontrolado que por poco me voy de bruces y termino pegándome en la mera bocota contra el suelo.

¿Dije ‘golpear contra el piso’? ¡Jajaja! Cómo se nota que no tenía ni la más mínima noción de lo que en realidad estaba ocurriendo.

Es cierto, pensé que iba a caer pesadamente como un fardo, pero sólo fue eso: un simple pensamiento, ya que después de trastabillar, perder el equilibrio y pasar atropelladamente a través de la puerta sin que esta pusiera la menor resistencia, quedé suspendido horizontalmente en medio de la nada.

Te repito, resulta que me quedé flotando suavemente cual pluma en el aire a escasos 20 o 30 centímetros del suelo.

¡Wow! ¡Qué noche, Dios mío, qué grandiosa noche! Y nada que, el destino me tenía reservadas muchas más sorpresas todavía…

CONTINUARÁ...

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